Esa sensación recurrente y a veces incomprensible que nos obliga a pensar que el mundo se puede acabar en cada proceso electoral, ha hecho que vivamos el domingo de elecciones como la antesala del Apocalipsis y los días previos como un via crucis inevitable hacia un despeñadero. Ese juego perverso hace que nuestro sueño de vivir en una Venezuela mejor, más allá de convertirse en el motor que impulse nuestras ganas de cambiar, lo percibamos sólo como ese amor platónico que seguro tuvimos de jóvenes: algo hermoso, pero inalcanzable.
Así vivimos nuestras elecciones y en 14 años de una política electorera sin igual, creo que el daño que nos hemos hecho como colectivo tiene tantas consecuencias que nos hace pensar que puede ser irreparable. Cerrar las cicatrices y curar bien las heridas tardará un bien tiempo, pero es un proceso que debemos emprender más temprano que tarde. Este 14 de abril se nos convoca nuevamente a las urnas, una elección que sabíamos que llegaría en cualquier momento, pero como siempre, no en el momento indicado. Nos sentimos poco preparados, vemos como el abuso se ha materializado como nunca y sin vergüenza alguna, el tiempo que siempre nos queda corto es hoy infinitamente más corto y la gente... La gente no ha logrado superar la frustración de ese octubre donde el esfuerzo por tener esa Venezuela que no terminamos de lograr, se vio bruscamente disminuido por le decisión aplastante del continuismo.
Hoy se nos presenta una nueva oportunidad y la esperanza está en votar. Como hemos visto, es público y notorio que Maduro nos es Chávez, no está en capacidad de calzar sus zapatos y eso hasta sus propios seguidores han venido observándolo en actos públicos a medio llenar y en sus discursos sin carisma y contenido. Hay una posibilidad latente que el chavismo se desmovilice en esta elección y esto no es tan sólo un argumento emocional desde la subjetividad propia de quien opina, es algo real y estadísticamente demostrado. Durante los 14 años de la revolución con Chávez presente, en los procesos donde no participó el presidente, se redujo el voto chavista en un 30% promedio. Si esta tendencia se repite (puesto que Chávez no está presente) y si quienes votaron el 7 de octubre deciden volver a participar masivamente, la elección está virtualmente ganada.
Creo que Henrique Capriles una vez más ha acertado en la estrategia, está intentando desmontar la farsa que le quieren vender al chavismo cuando dicen que Maduro es Chávez y en paralelo está dando un discurso que deja en evidencia las falla de la revolución y le pone nombre y apellido a los responsables, algo que para el 7 de octubre era inviable hacer si queríamos conquistar el voto chavista.
Debemos votar, pero también debemos hacer la cosas bien y aplicar las estrategias adecuadas el día de la elección. Esperemos que el Comando Simón Bolívar no bote una oportunidad de oro.
RBR
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