El 26 de septiembre de 2010 dimos un gran paso hacia la restauración de un sistema democrático en Venezuela, muchos vimos con optimismo la recuperación de espacios de poder, específicamente en la Asamblea Nacional, por parte de los representantes de la oposición. El camino recorrido hasta ese día fue enriquecedor pero bien complicado de transitar, entre acuerdos y primarias la MUD ofertó una batería de candidatos comprometidos con retomar el curso legal de nuestro país, poniéndole freno a la legislación revolucionaria y abriéndole paso a una donde los intereses de todos sean escuchados y tomados en cuenta por igual. Ese 26 de septiembre elegimos diputados y no nos queda la mejor duda que elegimos, en la mayoría de los casos, a los mejores.
Ya se avecinan las mega elecciones de 2012 donde en teoría se deben elegir: concejales, alcaldes, gobernadores y el Presidente de la República, esto ha desatado una ola de postulaciones en primer lugar a las primarias presidenciales que organiza la MUD y en segundo lugar, para el resto de los cargos regionales y municipales. Esto ratifica el carácter democrático de quienes aspiran rescatar a Venezuela del estado actual en el que nos encontramos.
Sin embargo, el análisis suena diferente cuando escuchamos que un gran número de diputados de la tolda opositora pretende abandonar sus funciones y el espacio conquistado para aspirar a otros cargos; y es que vale la pena precisar que, siendo estrictamente serios, no votamos por los suplentes y que en este caso esa no es una buena excusa para justificar la acción y que también fueron muchos los candidatos valiosos que quedaron por fuera en el proceso de acuerdos y primarias y esto no es más que una bofetada para ellos.
Soy profundamente demócrata y no pretendo coartar el derecho a la participación de ninguna persona, para eso ya tenemos a la Contraloría General de la República que juega a discreción con esa posibilidad, pero soy enfático en decir más allá de caer en lugares comunes, que el gran problema de la oposición venezolana es no comprender que los intereses personales no pueden sobreponerse a los del colectivo y que cada espacio conquistado es igual de valioso. Es necesario abrirle paso a las nuevas generaciones, apostar por la renovación de la política y las ideas y eso definitivamente no se logrará con candidatos reciclados.
Aspirar no es para nada condenable, pero hoy quisiera tener la convicción que realmente estemos aspirando a construir un país encaminado hacia el progreso y el desarrollo y no una nación infinitamente gobernada por caudillos que desconocen las capacidades de sus pares.
RBR
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