Durante casi 7 años fui un usuario regular del Metro de Caracas, en ese tiempo pasé por muchos cambios y transformaciones del sistema, desde la idea de permitir publicidad y hacerlo un servicio con intenciones de auto sustentabilidad, hasta la idea socialista de mantener el precio de los boletos y descartar fuentes de ingresos más allá de la subsidiada boletería.
Disfruté el metro enormemente, más allá de mi medio de transporte era el lugar donde me encontraba de frente con una realidad a la que muchas veces intentamos darle la espalda. Conocí la Caracas obrera, la de sueños frustrados, esa en la que hay guerra de música con reproductores y aparatos que en muchos casos distaban de ser "portátiles", aprendí a caminar rápido, muy rápido; a hacer las veces de contorsionista cuando el tiempo apremiaba y el espacio era reducido; viajé con mucha gente, con alguno de ellos tuve conversaciones, con otros ni lo pensé; tuve el privilegio de utilizar el sistema cuando era eficiente y representaba una solución para lo que hacemos vida en esta ciudad, pero también lo utilicé cuando empezó a deteriorarse, al compás de música instrumental y conjuntamente con un mosaico de mensajes que nos recordaban que "El Metro de Caracas tiene sus motores a máxima Revolución". ¿Ironía? ¿Burla?, probablemente un poco de ambas.
La ineficiencia e incompetencia han marcado la gestión de un socialismo del Siglo XXI que nos lleva a un precipicio social y económico sin que hagamos mayor resistencia. Por otra parte, los esfuerzos de quienes políticamente adversan al gobierno de turno, se concentran en coyunturas electorales a las que inevitablemente no les resto importancia. Ante la inevitable ineficiencia y desconexión de ambas partes, los ciudadanos estamos en la responsabilidad de hacer nuestras exigencias y propuestas que vayan en beneficio de nuestra calidad de vida. Las sociedades paternalistas en donde las soluciones caen del cielo sólo existen en los desgastados discursos de los que luchan en la "arena política venezolana". Las sociedades modernas y progresistas apuntan a empoderar al ciudadano como ente capaz de proveer soluciones para sus propios problemas.
Mi propuesta es esa, elevemos como ciudadanos responsables nuestra voz ante tanta desidia, pero hagámoslo con propuestas coherentes. Como ingeniero de la República y residente de la Ciudad de Caracas, pongo a la orden mis conocimientos y destrezas para darle una solución permanente a la que otrora fuera "la gran solución para Caracas".
RBR
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