El estado de salud del primer mandatario nacional es un "asunto de estado" y debería ser de conocimiento público, sin embargo, en nuestro país esta es una de las tantas contradicciones que forman parte de nuestra cotidianidad. Bien es sabido por todos que el tema del cáncer que sufre el presidente de Venezuela ha estado envuelto en una maraña de rumores, debe haber por ahí más de un doctor que se haya hecho famoso en las redes sociales o entre sus pacientes asegurando tener información de alguno de sus colegas que indica que la situación para el presidente pinta bien, mal o muy mal, según sea su tendencia política. Porque cabe hacer la aclaratoria que en Venezuela no existe gente sin tendencia, sólo que la gran mayoría da muestras de ella coyunturalmente.
El tema está en que esta incertidumbre se ha convertido en un círculo vicioso que nos tiene a todos dando vueltas intentando buscar alguna explicación; explicación, que dicho sea de paso, nos corresponde por derecho. Este asunto fue perdiendo fuerza en la campaña electoral, cuando las ausencias fueron disminuyendo mientras nos acercábamos a la recta final y eso significó para muchos la total recuperación para el presidente y para otros un parapeto cubano que aderezado con un cóctel de fármacos le permitía estar de pie a expensas de un inhumano dolor físico. "El Cáncer Presidencial" retoma su espacio en el imaginario colectivo de todos los venezolanos y mayoritariamente de quienes nos oponemos a él, cuando luego de la reelección presidencial, las apariciones públicas del presidente han sido escasas y escuetas. Pero esta semana llegamos al clímax, luego de una "larga" estadía en el país, el primer mandatario solicita ante la Asamblea Nacional, un permiso para ausentarse de la nación para someterse a una serie de tratamientos para consolidar su recuperación. Aquí se nos embochinchó el país nuevamente. Ya salieron los profetas de la ciencia a asegurar, así como lo han hecho durante año y medio, que los días del presidente están contados y eso ha generado una nueva esperanza entre quienes vimos frustrados nuestros sueños de cambio el 7 de octubre.
Señores, esto es como mínimo, una suerte de enfermedad que nos aqueja. Depositar nuestras esperanzas en un hecho natural es la antesala a darnos por vencidos completamente. Mientras perdemos tiempo averiguando sobre el tratamiento de oxigenación hiperbárica, desaprovechamos la oportunidad de convencer a más gente sobre la necesidad imperiosa de construir una opción alternativa de país; mientras leemos a médicos de Twitter, perdemos el foco de trabajar por consolidar los espacios regionales que hemos conquistado. Mientras seguimos en esto, el mapa se viste de rojo, los rojos acumulan el poder, olvidamos las comunas y la postergación de las elecciones de los alcaldes, pasamos por alto la devaluación implícita de nuestra moneda y sí, vale decirlo, nos aferramos a una opción cobarde, olvidando que aquí el cobarde es otro.
No nos enfermemos, sigamos caminando el camino que hemos trazado. Tarde o temprano el esfuerzo rendirá sus frutos.
RBR
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