Sin duda el video "Caracas: Ciudad de despedidas" ha levantado un revuelo insólito. El que no ha tenido la oportunidad de verlo, seguro ha escuchado algún comentario al respecto y probablemente a esta altura ya sienta la autoridad moral para dar su opinión "porque no hace falta verlo, ya escuché demasiado", como me comentaba una señora en Barinas. Lo cierto es que a los productores de el video, que tan sólo cumplían con un compromiso académico, les salieron al paso más críticos y detractores que los que deberían salirle a cualquier político o empresario corrupto de este país. Se tratará, digo yo, de esa manía nuestra de vivir esta novela llamada Venezuela y vernos reflejados en personajes de televisión y no en personas de carne y hueso.
Las críticas al documental apuntan por todos lados, los más conservadores hablan del algunas fallas técnicas y de lo errado de considerarlo documental (los de esa opinión supongo que "orbitan" nuestro país, pero no lo habitan); otros hablan de un tema de forma, afirmando que las personas seleccionadas en el casting no representan la idiosincracia de los venezolanos y por tanto no eran las adecuadas para el propósito del video; unos se decantan por críticas de fondo, disertando sobre lo errado de los argumentos utilizados y lo grave de emplearlos justo en el momento y contexto que estamos viviendo; y algunos más radicales incluso han criticado hasta a las bandas cuya música fue utilizada en el video (Americania, Rawayana y La Vida Boheme, grandes talentos de los que me siento orgulloso), estos últimos comprenden muy poco que la música y muchos contenidos hoy se comparten gratuitamente por internet y así como usted la tiene en su iPod, cualquier mortal puede hacer un video y colocar la música que quiera como "soundtrack" sin mucho trámite burocrático.
Yo abro otra arista, o capaz le doy un nombre diferente a una crítica repetida, para mi el video fue incómodo, fue un choque abrupto con una parte de la realidad que hemos querido evadir, por lo triste de las despedidas, porque no es políticamente correcto hablar de eso, porque no todos tenemos las posibilidades de hacerlo, o la valentía... Hace casi 2 años escribí en El Universal sobre la fuga de talentos en nuestro país (http://www.eluniversal.com/2010/05/21/opi_art_de-los-que-se-van-y_21A3895599.shtml) y empecé el artículo diciendo que no juzgaba a quien se iba, 2 años más tarde mantengo mi punto. Lo que se observó en esta pieza fue un grupo minoritario (pero igual de válido como las grandes mayorías) que quiso expresar, con su estilo particular, algo que muchos también hemos dicho. El #meiriademasiado que hoy inunda las redes sociales como sinónimo de burla al material multimedia, lo ha dicho hasta el defensor más acérrimo del patriotismo cuando ha sentido de cerca los azotes del desempleo, la inseguridad, el desabastecimiento y esos "males" característicos de este país.
Entiendo que el 95% de los "argumentos" de los protagonistas del video no nos parezcan válidos al 95% del país y que la terrible forma de expresarlos aumentó nuestro rechazo a la pieza, comparto incluso con aquellos que se han descargado contra los protagonistas cuando han insultado y mostrado su desapego a nuestras raíces, pero en la democracia que esperamos construir juntos, ellos están en su derecho y debemos respetarlos. La cuestión ahora es el tema central, el país de despedidas (ni siquiera la ciudad) es un hecho real que se debe debatir con la seriedad que amerita.
Finalmente, les digo que no hace falta que la gente se vaya, hoy más que nunca necesitamos gente comprometida con nuestro país, muchas más personas que se sumen a los miles que hoy trabajamos por construir una verdadera opción de cambio para todos los venezolanos. Necesitamos a más gente haciendo mucho más, así probablemente en un par de años produzcamos un documental con más de 28 millones de protagonistas diciendo: "Venezuela: País de bienvenidas"
RBR
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