Tengo la dicha de haber estudiado en la que sin duda es la mejor institución educativa del país: Fe y Alegría. Y no sólo eso, pertenezco a una familia de educadores que han dedicado buena parte de sus años de servicio a seguir formando jóvenes con profundos valores y en el marco de una calidad educativa que nada tiene que envidiarle a ningún colegio público o privado y me atrevería a decir que no sólo de nuestro país, sino incluso fuera de nuestras fronteras.
Lo que he logrado y lo que soy es gracias a mi educación y la base fundamental de eso ha sido mi paso por Fe y Alegría. En esa institución aprendí a compartir lo que tengo con quienes menos tienen, aprendí que la educación es transformadora y es la única fórmula que nos permite construir países con una altísima cultura ciudadana, aprendí que todas las personas tienen algo que enseñarte, aprendimos oficios porque en esta escuela se aprende que cada trabajo que hagas es digno y nos enseñaron a respetar cada uno de ellos, no fuimos adoctrinados bajo ninguna idea, o mejor dicho, claro que lo fuimos: nos adoctrinaron en un profundo conocimiento y respeto de la libertad y los derechos de cada persona. Fe y Alegría fue la extensión de la educación que recibí en mi familia y estoy seguro que eso es así para la mayoría de los que estudian o han estudiado en un colegio de estos.
Hoy, en plena época navideña, vemos atónitos como a sus educadores se les adeuda un aumento de 40% desde el mes de abril y el pago de sus aguinaldos. Frente a esto me pregunto: ¿Hay alguna intención de promover una revolución en el país? Si es así, ¿Qué tipo de revolución excluye a los jóvenes y su educación? Qué equivocado está este gobierno cuando se producen cosas así, cuando se cumple sin retrasos el aumento a los cuerpos militares y se deja en el olvido el pago digno a los educadores, qué equivocado un gobernante que alberga cumbres y grandes foros hablando de igualdad, superación y progreso para la región, pero olvida cumplirle a los principales motores de la sociedad, sus maestros. No sólo tenemos maestros que reciben un salario indignante, es que ahora les negamos la posibilidad de al menos poder garantizar un regalo para sus hijos y nietos en estas navidades. Qué revolución tan pobre, no de recursos, sino de conceptos, ideas y espíritu.
No levantaremos cabeza como sociedad, hasta que no le demos un puesto justo a nuestros educadores, hasta que no generemos los incentivos necesarios para tener a los mejores estudiantes queriendo ser los mejores educadores del futuro.
Hoy a quienes fueron mis maestros en Fe y Alegría les digo que estoy orgulloso de su trabajo y de todo lo que a diario hacen. Cuenten con todos nosotros para seguir presionando en esta batalla que injustamente les toca librar.
Que nadie les quite la FE aún cuando ya bastante les han golpeado su ALEGRÍA.
RBR
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