Aunque suene contrastante decirlo, aunque las condiciones muchas veces no sean las ideales, aunque la situación del país y la de sus habitantes no ha cambiado: ¡La alegría invade nuestro país y el orgullo Vinotinto está presente en cada rincón de nuestra patria!
La noche del miércoles, lejos de perder nuestro pase a la final de la Copa América, ganamos el orgullo de sentirnos parte de un país de hermanos. Por primera vez en mucho tiempo (y sería de miopes decir que son tan sólo 12 años), vimos a la persona de al lado como un hermano y no como un adversario político. Estuvimos todos juntos, apostando por algo común, viendo la misma realidad y sintiendo cada minuto como se reavivan nuestras esperanzas de tener un país mejor. Mucho mejor.
Cada uno de los integrantes de nuestra selección nacional es responsable de este acto heroico de unir a un país entero (dividido por colores y pensamientos) en consignas como: ¡Vinotinto somos todos! ¡Venezuela se respeta! ¡Orgulloso de ser Vinotinto! Debe ser motivo de nuestro más sincero reconocimiento y de nuestro profundo agradecimiento, debemos recibirlos en hombros y hacerlos vivir este mismo clima de alegría y hermandad que disfrutamos gracias a su gesta.
Las otras selecciones poco entenderán los que nos pasa, pero es que más allá de juegos ganados y de etapas superadas en esta Copa América, Venezuela ganó UNIÓN, una palabra que parecía borrada de nuestros diccionarios personales, un sentimiento que habíamos olvidado disfrutar. No soy de aquellos que resta méritos a nadie, pero Paraguay, ese equipo que avanza a la final sin haber conocido la victoria, disputará una copa que guarda el sabor del mejor Vinotinto (valga la falta gramatical).
Mi invitación es a no perder la oportunidad de trabajar juntos por la reconciliación de este país, a entender que para salir adelante necesitamos de todos y que esa es una de las grandes lecciones que nos deja este equipo. No perdamos la alegría. Tenemos razones de sobra para conservar esa actitud maravillosa que reinó en cada venezolano el miércoles en la noche. Gracias, Vinotinto: nos hacía mucha falta cantar nuestro himno, ondear nuestra bandera, sentirnos orgullosos de ser venezolanos.
Finalmente, no nos conformemos con decir: "llegamos lejos". Ha empezado nuestra era, ¡la era Vinotinto! Seguiremos sumando victorias y aprendizajes. Seguiremos sintiéndonos orgullosos de esta gran selección, de este gran país.
RBR
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