Con motivo del encuentro futbolístico entre las selecciones de Venezuela y España, fueron muchos los que retomaron el término “pastelero” para denotar a aquellos que siendo venezolanos apostaban a una eventual victoria del combinado español. Como era de esperarse, vimos las típicas franelas mitad vinotinto y mitad española, las caras con banderas de ambos equipos y cuanta forma de manifestar una afición bipolar hubo, y con ellas vinieron los insultos de los fanáticos más acérrimos de la selección venezolana.
Luego de ver esta actitud que refleja una vez más el clima de hostilidad e intolerancia que vivimos, me permito hacer una breve reflexión al respecto. Si llamamos pastelero a quienes “le van” a otro equipo que no sea el combinado nacional, entonces podemos acuñar el mismo término en los siguientes casos:
· Los que incumplen las leyes venezolanas, pero respetan cualquier norma, por absurda que sea, fuera de nuestro territorio nacional.
· Los que antes de una elección importante, programan un viaje y abandonan al país sin ejercer su derecho al voto, renunciando a la responsabilidad histórica que tienen en sus manos.
· Los que se involucran en círculos de corrupción, participando en licitaciones falsas donde presupuestan grandes obras y no las cumplen, pero se quedan con el dinero.
· Los que están consumidos por la apatía y no se involucran en la construcción de un mejor país.
· Los actores políticos que anteponen sus intereses personales por encima de los colectivos.
· Los que dicen, cuando ven algo hecho en Venezuela, “eso seguro tiene algo malo”.
Como los ejemplos anteriores, sé que hay muchos más. Si somos pasteleros cuando no le apostamos a nuestra nación, entonces seamos fanáticos de este país verdaderamente, demostremos nuestra afición trabajando sin descanso para encaminarnos hacia progreso, llenemos los centros de votación (ese estadio donde las entradas son gratis) y abucheemos a aquellos que quieran violentar nuestra decisión, dibujemos en nuestra mente esa Venezuela que soñamos y salgamos al campo con las ganas de hacerla realidad, vistamos nuestra bandera con orgullo, sintamos cada palabra de nuestro himno nacional, recordemos nuestra historia.
El más fanático de la vinotinto, no es necesariamente el más patriota y la Venezuela de hoy nos necesita a todos, con nuestro uniforme de Venezolanos y bien preparados para ganar el más importante de los juegos.
Los invito a reflexionar cuántas veces hemos sido pasteleros.
RBR
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