Antes de entrar en materia quisiera aclarar que no pretendo hacer de este artículo una crítica de Cine ni mucho menos un recuento de la película, en primer lugar porque no creo tener la habilidad para hacerlo y finalmente porque quiero que cada uno de ustedes se tome un par de horas para ir a ver esta película.
Fui a ver Hermano porque soy una de esas personas que apoyan el talento nacional, pero les confieso que más allá de una buena referencia y de haber escuchado de algunos premios que había ganado, no tenía ni idea de qué se trataba la película. Tal vez, eso fue lo mejor.
Mis expectativas no eran altas, pero la historia cambió desde la primera escena, en ese momento supe que no estaba frente a la “típica película venezolana” donde las escenas de sexo y los improperios abundan sin lógica alguna. Cada una de las escenas nos relataba un poco de realidad, nos permitía ver de cerca la pobreza de nuestros barrios y sus consecuencias, nos permitía entrar a sitios donde probablemente muchos de nosotros no hemos entrado.
A medida que se fue desarrollando la película pude darme cuenta que el concepto de DEMOCRACIA no es algo simple que se puede vender fácilmente en cualquier lugar, por lo menos no en “La Ceniza” donde uno de sus habitantes, sin ser electo, era el jefe de todo el lugar. Entendí que la palabra JUSTICIA, en nuestro país, pero más específicamente, en nuestros barrios, dista mucho de ser la que tú o yo conocemos y pasa a ser parte de una realidad tergiversada donde la mejor forma, o por qué no, la única forma de ejercerla es “por mis propios medios”. Al ver esta película me di cuenta que la IMPUNIDAD es algo a lo que estamos (mal) acostumbrados, pero contrario a lo que generalmente pensamos, no es por corrupción, ineficiencia o rencillas políticas; en nuestros barrios la impunidad es producto del miedo a delatar a alguien que no "debía" ser delatado y a las consecuencias que eso puede traer, que generalmente es la pérdida de la vida. Pude ver que ese famoso y renombrado concepto de CALIDAD DE VIDA, es algo que nos inventamos los que vivimos medianamente bien y que queremos vivir mejor, pero que eso en nuestros barrios no forma parte de la jerga cotidiana. Vi como las EXPECTATIVAS Y LOS SUEÑOS de muchos de nuestros jóvenes se diluyen en un sitio donde las oportunidades no son el común de los factores. Vi que la palabra HERMANO representaba mucho más que el nombre de la película, que era esa capacidad de arriesgar tus propios sueños por lograr que los de otros se volvieran realidad.
Al terminar la película sólo escuche suspiros y luego un profundo silencio, un silencio que nos invitó a reflexionar, de eso estoy seguro. Por lo menos a mí me permitió entender que soy habitante de tan sólo 1 de los muchos países que hay en Venezuela, porque cada barrio es un país, con sus propias leyes y reglas, con sus virtudes y defectos, en fin... Una Venezuela distinta a la que mucho de nosotros estamos acostumbrados; por lo que más allá de las buenas intenciones que tengamos, el promover políticas sociales dentro de los barrios no es tan básico como ir y “subir cerro”; diseñar políticas que los incluyan y que estén enmarcadas en la búsqueda y posterior consecución de beneficios, sólo será posible si logramos involucrar a los habitantes de cada uno de nuestros barrios y le damos las herramientas para diseñar en conjunto las soluciones. Soluciones que tienen que ser promovidas, por ejemplo, por los cientos de entrenadores de fútbol que hay en nuestros barrios, por esa gente que apuesta al deporte y a la educación incluso en esos sitios donde parece que eso es tiempo perdido. Al final, el mensaje que me dejó la película puedo resumirlo en una sola frase: "tenemos que empoderar a la gente".
RBR
No hay comentarios:
Publicar un comentario