jueves, 14 de julio de 2011

¿Cuánto cuesta el futuro de los jóvenes en Venezuela?

Como joven venezolano asumo el compromiso de plasmar en este espacio una situación a la que pocos hacen referencia y que es cada vez más preocupante. Sin quitarle mérito a quien se lo ha ganado, debo reconocer que Primero Justicia ha tratado de colocar en la agenda pública el tema del “primer empleo” y algunas reformas legales que permitan avanzar en materia de calidad de vida para los jóvenes de nuestro país, sin embargo, estos esfuerzos no han sido tomados en cuenta como deberían. 

Venezuela está constituida por una población extraordinariamente joven, según cifras del INE, el 34,6% de los venezolanos nos encontramos en edades comprendidas entre los 15 y 34 años de edad, convirtiéndonos en la gran mayoría del país. Ahora bien, las cifras de desempleo de los jóvenes entre 15 y 24 años alcanzaron el pasado mes de mayo un 17,7% (según el INE), esto contabilizando como empleados a quienes trabajan “por su cuenta” y/o a los que están inmersos en la “economía informal”. Viéndolo desde ese punto de vista, nos encontramos en una economía que brinda pocas oportunidades (y cada vez menos) al grupo etario productivo de la nación. 

Cuando en una reunión social (y cito un caso propio con la seguridad de saber que está replicándose en la mayoría de las oportunidades) desviamos la reiterada conversación que nos conduce a hablar del acontecer diario en el país y nos proponemos hablar del futuro, nuestro futuro, son pocas las opciones que lucen como viables. Los sueldos son cada vez menos alentadores y en muchos casos, la diferencia entre haber terminado una carrera universitaria o no, no logramos visualizarla con claridad en nuestras cuentas de ahorro. Las oportunidades de empleo para quienes queremos buscar nuevos horizontes o simplemente para aquellos que recién egresan de la universidad, se han sumado a la lista de productos que escasean en el mercado. Peor aún, aquellos que han pensado en formar una familia ven frustradas sus “románticas” aspiraciones cuando chocan de frente con la realidad inmobiliaria del país, donde un sueldo promedio de (supongamos) BsF. 4500, nos alcanzaría para comprar una vivienda de BsF. 700 – 800 mil, en unos 10 años, suponiendo que no gastamos ni un céntimo de nuestro salario, que nuestro empleador lo indexa anualmente con la inflación, y que el precio del inmueble se mantiene invariable a través del tiempo. Insólito, ¿no creen? 

Entonces, pasamos al siguiente punto: El negocio propio. Una vez analizado el panorama anterior, nos damos cuenta que eso de ser empleados no nos sirve, que debemos buscar una opción mejor y es cuando, al estilo de “vendedor de Herbalife”, nos proponemos abrir un negocio propio valiéndonos del tema de moda y al que muchos han llamado “emprendimiento” (de eso hablaremos en otros artículos). Ahí chocamos nuevamente con la realidad: tenemos una idea excelente, capaz de hacernos producir miles de bolívares fuertes en meses y generar fuentes de empleo, pero necesitamos una inversión inicial. Revisamos nuestras cuentas de ahorro, recién abultadas por nuestras respectivas liquidaciones, y de igual forma nos vemos en la imperiosa necesidad de acudir a una institución financiera para aplicar a un crédito. ¡Sorpresa! Nuestros antecedentes crediticios no califican para el préstamo. Consumimos nuestra liquidación y nos sentamos nuevamente a cargar currículos en las páginas de búsqueda de empleos. (Hay algunos casos de éxito, y no se puede negar que son realmente admirables). ¡Volvemos a un círculo que parece vicioso o tal vez virtuoso, dependiendo del cristal con el que se mire! 

Esa es la realidad de la mayoría de los jóvenes de este país, es la realidad de muchos a los que critican porque abandonan esta lucha (infértil) y se van a probar suerte en otras tierras, lavando carros y sirviendo mesas, sí, pero con una calidad de vida envidiable y con la seguridad o al menos la esperanza de poder tener algo propio, en un lapso razonable de tiempo. Por eso me pregunto: ¿Cuánto cuesta el futuro de los jóvenes en Venezuela?: cuesta altas sumas de constancia, una participación activa en la vida pública, cuesta una inversión en planes que minimicen la resignación, nos cuesta el alto precio de no renunciar a nuestros sueños aún cuando la realidad nos da motivos de sobra para hacerlo.

RBR

2 comentarios:

Amanda Quintero dijo...

Buen artículo, te dejo una respuesta complementaria http://tecladoabierto.wordpress.com/2011/07/15/crisis-del-primer-empleo-la-punta-del-iceberg/

Rafael Bello dijo...

Mil gracias, excelente tu artículo. Quise hacer énfasis, probablemente con menos precisión que tu, sobre la ineficiencia de las costumbristas soluciones legales.